El otro día, es decir un día cualquiera que no es este, asistí a una sesión de «ensamble» en la
Escuela.
Ni bien llegué, me recibió Mariana y además de presentarme al elenco que hace a la cosa, me dió una recorrida por los salones y las clases. Sí, de hecho interrumpimos algunas clases para saludar y presentarme como polizón en ese barco musical. Cuento esto porque me sorprendió la buena onda que se respira apenas uno sube las escaleras. En un rato explico porque digo esto.
Me metí al salón dónde iba a transcurrir el ensamble y la verdad, me recibieron muy bien.
Estaba cada uno ajustando su instrumento, calibrando pedaleras o acomodando perillas.
Lo curioso fué la forma en que iban tejiendo sus puestas a punto cotidianas.
Charlando de sus vidas y compartiendo alegrías y pesares. No suelo ponerme romanticón, no me sale, pero creo que el ensamble arrancó ahí. Entre chistes acordes. (No confundir con acordes que son un chiste)
Por lo que pude ir orejeando, la formación era asÍ: Gastón en las teclas; Juan Martín en la guitarra; Juan Manuel en la batería; Marcel en la otra guitarra y la voz; y Mauri en el bajo. Mauri es el hijo de Marcel, y Marcel es un tipo que tiene un chiste para todo (mi admiración a ese tipo de personas).
Juan Manuel es quién lleva la batuta de la banda-ensamble y da clases de guitarra también, por ejemplo, a Gastón que ahora está en las teclas y ceba mates con poca agua y a Juan Martin que es cirujano, pero que desde que tocó en vivo para la gente se le desafina el bisturí. Al parecer faltan Maxi y la otra voz, Laura.
Pensé en mil y una formas de hacer el chiste de «Laura no está», pero al final no.
Ayer a Laura la cubrió Mariana, que entró con Renata a ver el ensayo y ni bien se acomodó corrigió un arreglo de voces que no salía pero al final terminó agarrando un micrófono y cantando. De la gerencia a la cancha.
Por eso decía al principio lo de la buena onda al llegar y todo eso. Yo pensaba que «ensamble» era una clase o algo similar, pero no. Ensamble se le dice a cuando todo está encastrado en un ambiente.
En el artículo anterior hice hincapié sobre nuevas técnicas de aprendizaje que buscan dejar atrás los mandatos estrictos y apuestan un poco más por el acompañamiento en la autoexploración. Bueno, eso se siente. Parece una familia que está pasando junta fin de año o un cumpleaños. Mejor un cumpleaños, porque en las fiestas la familia se amarga y se pelea.
Los muchachos me decían que ayer (sí, ayer, confieso) era la primera vez que se juntaban todos (a excepción de Maxi que es bastante nuevo y también toca la viola, y a Laura, que no está…perdón no lo pude evitar) a tocar de nuevo.
La última vez había sido para la muestra de fin de año, en diciembre.
Bueno. Y sí. ¿Cuándo iba a ser si no? Yo te digo también…
Empezaron a tocar un tema de Spinetta, más precisamente de su banda «Pescado Rabioso»: «Las habladurías del mundo».
Suena lindo, pero lógicamente, al principio van cortando mucho y corrigiendo.
En un momento, se pusieron a escuchar la versión de «Eruca Sativa» que es un poco más pesada que la original, en el sentido metalero de la palabra. O tal vez no metalero, pero sí un poco más dark y, perdónenme el tecnicismo, más tiradita para atrás en el tiempo. Pesada. Y acá empezó un gran debate sobre si atenerse a la original o hacer la del cover de Eruca. Juan Manuel propone la del cover y explica que hay una sub-división en el tiempo que está buena, pero yo pensaba que también la había en el espacio porque no están del todo de acuerdo. También está buena, ¿eh? Los debates enriquecen.
Al final, hicieron una mezcla de las dos que quedó buenísima. Dejaron la original pero en el estribillo metieron un break de la bata del cover que le dio un lindo swing. ¡Qué lo parió! Quién me leé debe pensar «Pah, ¡cómo sabe este loco!»
Salado.
No llegaron a terminar el tema, se cansaron un poco. Pero empezaron a tirar otros temas para hacer. Cuando yo me fui, no estaba decidido aún pero venía ganando la cuereada «Easy lover» de Phil Collins. Seguramente también van a ensamblar esa decisión.
Porque en definitiva el ensamble se trata de eso. Dejar de lado los gustos y criterios personales para servirse al colectivo.
Esto fue muy evidente. Una negociación constante sobre preferencias en arreglos y notas, pero que fluye muy bien y no ocasiona conflictos.
En la banda hay médicos cirujanos, informáticos, consultores y etc, o sea, hay vidas de ocho horas o tal vez un poco más.
El punto de encuentro es la música, por el mero hecho de hacerla y reinventarla, reinventarse, cada noche.
«No estoy atado a ningún sueño ya, las habladurías del mundo no pueden atraparnos…»
